Marcelo Ebrard, en un gesto tardío por remontar la adversidad y las inequidades que denunció insistentemente, rompió ayer ‘definitivamente’ con el proceso interno de Morena.
Leonardo Kourchenko // La Aldea
Estaba anunciado, previsto, adelantado, objeto de apuestas y quinielas en múltiples rincones del país: ¿se va o no se va? ¿Rompe o no rompe? Ayer se disipó la incógnita.
Marcelo Ebrard, en un gesto tardío por remontar la adversidad y las inequidades que denunció insistentemente, suelo disparejo y cargada en favor de la candidata, rompió ayer “definitivamente” con el proceso interno de Morena.
Y ahora surgen los debates. Que si su ambición personal lo hizo manchar el proceso de encuestas; que si todo el tiempo estuvo señalando irregularidades para “pavimentar” su salida; que si nunca iba a aceptar el resultado.
Todo esto lo dicen los morenistas acérrimos, el núcleo duro, los seguidores ciegos de AMLO, incapaces de un cuestionamiento regido por la autocrítica.
¿Hubo cargada en favor de Claudia Sheinbaum? ¿Hubo gasto excesivo de gobernadores y estados en beneficio de una sola aspirante? ¿Hubo movilizaciones masivas organizadas y orquestadas para impulsar su candidatura? Usted ¿qué diría?
Hay evidencias claras que señalan que sí. En consecuencia, ¿los reclamos de Marcelo Ebrard tienen sustento o no?
Más allá del proceso, el recuento ayer de boletas y urnas, las denuncias de su equipo, gente que sería hasta hace poco muy respetada por los morenistas como Malú Micher, ¿tienen sustento o no?
Como siempre con la 4T y con el simulador por excelencia (AMLO) ¿quién dice la verdad?
Ebrard y su equipo denunciaron: urnas abiertas o sin la firma de todos los representantes; paquetes de boletas o papeletas de la encuesta —que no voto— en bolsas de plástico, sin urnas; encuestadores transportados en el mismo vehículo que algún (a) aspirante; y demás irregularidades.
De fondo, seamos honestos, la demanda de Ebrard de reponer el proceso por irregularidades de un 14.4 por ciento de urnas canceladas, ¿es justificada?
Pienso que sí, si esto hubiera sido un proceso democrático y transparente como todos ellos (Adán, Monreal, Fernández, Velasco, Delgado, Durazo y la propia Claudia) defienden.
Pero muchos ya sabíamos que no lo sería.
Se iba a imponer el criterio del caudillo para impulsar a su favorita.
Los demás, incluida la ingenuidad de Marcelo, fueron comparsas para validar el proceso.
Algunos se la creyeron, como el pobre de Adán, que gastó mucho dinero en una campaña que pensó podía ganar.
Otros, como Ricardo, sabían que tenían un premio de consolación, al igual que Velasco.
Ebrard enfrentó lo que algunos adelantamos hace más de ocho meses: ¿qué va a hacer —se lo pregunté en persona en su oficina de la Cancillería— si el resultado no lo favorece? No respondió.
Desde la tarde de ayer, su rompimiento está en las consideraciones que había presupuesto.
¿Candidatura independiente? ¿Finalmente aceptar las prolongadas propuestas de Dante que va a evitar decirle, “te lo dije”?
Resulta ingenuo pensar que Marcelo en algún escenario se consideraba ganador. La preferencia estaba muy cantada.
No sé, si evaluó los muchos sacrificios —como él mismo señaló en su mensaje, los pasos atrás del 2000 y del 2011— a favor de Andrés serían suficientes para que esta vez no fuera un obstáculo.
Se equivocó. Marcelo fue sacrificado una vez más.
Las claves están en la continuidad del proyecto. Marcelo gobernaría con tonos y matices diferentes, con autonomía, para levantar su propio proyecto, no el monumento a su hipotético antecesor.
El caudillo se impuso. Colocó en la candidatura a su favorita, con toda la carga que eso implica: aquí estoy, soy yo y sigo mandando.
Todos los comparsas se plegaron sumisos. Hasta la descompuesta cara de Monreal que lamentó en el fondo, interpretó, la ruptura del movimiento, de los aspirantes y de la unidad.
Lecciones para nosotros, electores libres y sin partido: AMLO actuará con toda la fuerza y la imposición, atropellando todo proceso legal, jurídico, democrático, para que su candidata alcance el resultado esperado.
Lo que viene es una consideración de Ebrard y las repercusiones políticas que pueda tener: para Morena muy pocas, se va, pierde, se enoja y le hacen el feo, como ya sucedió ayer en la tumultuosa sesión de la Cámara de Diputados.
Para el Frente Amplio y la oposición las consideraciones de la batalla campal que se avecinan.
Para Movimiento Ciudadano, es su oportunidad histórica de conseguir un candidato presidencial competitivo.